Bodas reales: XXXIV

15/02/2009 3.117 Palabras

Capítulo  XXXIV Pág. XXXIV de {{{Reseña}}} Bodas reales Benito Pérez Galdós Ya desde aquella noche fue de mal en peor la inválida señora, y ni Lea con su dulce autoridad, ni Gavilanes con su grave discurso, pudieron contener el desorden de aquella moribunda inteligencia. «Mira lo que te encargo -dijo por la mañana a la Maritornes, tomándola por Lea-: en cuanto llegues a Peralvillo, lo primero que haces es enterrarme... pero ello ha de ser en el soto de Claveros, para que yo tenga sobre mi corazón todo el día las patadas de mis ovejitas... A Perantón que no deje de echar el mosto en el sombrero de Bruno, que bien tendrá cabimento de siete tinajas de las grandes... Tú te vas en la burra de la Tomasa, y yo, como alma que soy, iré... ya lo sabes, en el coche-estufa de Palacio, ese que dice Cristeta es todo de carey y nácaras; el cochero lleva en la mano la bandera de la Mancha, que es el pañal en que envolvimos a Isabel el día en que la tuve...»....

Este sitio web utiliza cookies, propias y de terceros con la finalidad de obtener información estadística en base a los datos de navegación. Si continúa navegando, se entiende que acepta su uso y en caso de no aceptar su instalación deberá visitar el apartado de información, donde le explicamos la forma de eliminarlas o rechazarlas.
Aceptar | Más información