Cooperación al mal
Introducción Para el cristianismo, el hombre no vive aislado. Desde el nacimiento hasta la muerte vive en contacto con los otros hombres formando sociedad. Esta convivencia facilita el desarrollo moral del individuo, pero a la vez, por la presencia del pecado, le ocasiona numerosos peligros de extravío. El Evangelio enseña que el «mundo del pecado» es fuente de tentaciones (cfr. Evangelio de Juan [Io] 7,7; 12,31; etc.) y que la lucha contra ese mundo es necesaria, por tanto, para el cristiano. Por otra parte también nos dice que el cristiano no debe separarse de sus semejantes, sino que debe estar junto a ellos y ayudarles en la práctica del bien. Por tanto, la actitud cristiana en este tema se concreta en evitar la cooperación en el pecado de los demás y en esforzarse por llevarles a la realización del bien.
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