Siete maravillas del mundo antiguo
Los escritores griegos del siglo II a.C. Antípater de Sidón y Filón de Bizancio describieron las siete maravillas del mundo antiguo, es decir, los edificios monumentales considerados como más sobresalientes de la época. Gran Esfinge y pirámides de Gizeh. Egipto. Las pirámides de Gizeh La más antigua de las maravillas del mundo y la única que se ha conservado íntegra es el conjunto de las tres pirámides de Gizeh. Datan de la IV dinastía de los faraones del antiguo Egipto y se levantaron entre los años 2613 y 2494 a.C. sobre una meseta situada en la orilla izquierda del Nilo, cerca de la ciudad de Gizeh. Lucha entre amazonas y griegos (s. IV a.C.). Arte helenístico. Relieve procedente del Mausoleo de Halicarnaso. Museo Británico de Londres. Nova totius terrarum orbis geographica ac hydrographica tabula. Muros y jardines colgantes de Semíramis en Babilonia. Aguafuerte. Detalle de las siete maravillas del mundo antiguo. Atlas Novus o Atlas Maior (h. 1635-1645), de Willem Janszoon Blaeu y Jan Blaeu. Mapamundi impreso en Amsterdam (Holanda). Nova totius terrarum orbis geographica ac hydrographica tabula. Estatua de Zeus en Olimpia. Aguafuerte. Detalle de las siete maravillas del mundo antiguo. Atlas Novus o Atlas Maior (h. 1635-1645), de Willem Janszoon Blaeu y Jan Blaeu. Mapamundi impreso en Amsterdam (Holanda). Moneda romana acuñada en Alejandría (s. II) en tiempos del emperador Cómodo. Representación del faro de Alejandría. Biblioteca Nacional de París. Ruinas del templo de Artemisa en Éfeso. El coloso de Rodas (1914). Óleo sobre lienzo de Antoino Muñoz Degrain. Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid. Son enterramientos reales típicos del imperio antiguo, ya que después se adoptó el sistema de excavar las sepulturas en las rocas (hipogeos). En el norte se encuentra la Gran pirámide de Keops, el segundo rey de la IV dinastía. Es la mayor y más antigua de las tres. La longitud de cada lado de su base es de 230 m y su altura de 146 m. La pirámide situada en el medio fue construida por Kefrén, cuarto rey de la misma dinastía. La que está más al sur, que conserva un hermoso revestimiento de piedra dura, es la de Micerinos, el sexto rey de la IV dinastía. Las tres pirámides fueron saqueadas en la antigüedad, y la mayor parte de su ajuar funerario se ha perdido. La acción del tiempo ha devastado también su aspecto exterior. Cada monumento constaba no sólo de la pirámide, que albergaba el cuerpo del faraón muerto, sino también de un templo anexo para el culto del monarca divinizado y una avenida monumental que llevaba desde el templo mortuorio hasta otro templo para el culto público situado en el cercano valle del Nilo. Al lado de cada pirámide había una o más pirámides de pequeñas dimensiones para los enterramientos de miembros de la familia real. La construcción de las pirámides representó un trabajo inmenso no sólo por la enormidad de sus dimensiones, sino también por el gran tamaño de algunos de los bloques empleados. Su ejecución manifiesta, además, que los egipcios poseían profundos conocimientos matemáticos con los que supieron calcular a la perfección la altura y el grado de inclinación de las pirámides. Al sur de la gran Gran pirámide de Keops se encuentra la famosa esfinge de Gizeh. Tallada en un bloque de piedra caliza, tiene los rasgos faciales del rey Kefrén y el cuerpo de un león recostado. En torno a las tres pirámides se extienden campos inmensos de túmulos en forma de pirámide truncada llamados mastabas, que se utilizaron para sepultar a los parientes o altos funcionarios de los reyes. Los jardines colgantes de Babilonia Los jardines construidos dentro de las murallas del palacio real de Babilonia, en Mesopotamia (posterior Irak), no colgaban propiamente, sino que estaban instalados en una serie de terrazas superpuestas y eran regados mediante bombas desde el río Éufrates. Según la tradición, fueron construidos por la reina legendaria Semíramis, madre del rey asirio Adad-nirari III, que reinó del 810 al 783 a.C., o bien por el rey Nabucodonosor II, monarca desde el 605 hasta el 562. Éste los habría construido para alegrar a su esposa Amytis, que echaba de menos las montañas y el verdor de Media, su país natal. Los jardines colgantes fueron descritos detalladamente por autores clásicos, que contaban que las terrazas estaban techadas con capas de diversos materiales como carrizo, betún y plomo, para impermeabilizarlas y que el agua del riego no se filtrase a través de ellas. Aunque los jardines quedaron arrasados con el paso de los siglos, como el resto de Babilonia, el arqueólogo alemán Robert Koldewey descubrió en uno de los ángulos del palacio real los restos de unas construcciones abovedadas en piedra que podrían haber formado parte del conjunto. Encontró también un pozo y una noria que quizá sirvieron para bombear el agua a la parte superior de los jardines. La estatua de Zeus en Olimpia Una de las dos obras maestras del escultor griego Fidias fue la estatua de Zeus en Olimpia (la otra era la estatua de Atenea en el Partenón). Estaba colocada en el santuario de Olimpia, en el oeste de Grecia. La estatua, de unos doce metros de altura y cubierta con oro y marfil, representaba al dios sentado en un elaborado trono de cedro adornado con piezas de ébano, marfil, oro y piedras preciosas. En la mano derecha se erguía una estatua de Niké (Victoria) y la mano izquierda sostenía un cetro con un águila. La estatua, que tardó ocho años en terminarse, se hizo famosa en la antigüedad por la grandiosa majestuosidad y divinidad que irradiaba. El descubrimiento en 1950 del taller de Fidias cerca del recinto sagrado de Zeus confirmó la fecha de la escultura, aproximadamente el año 430 a.C. El templo fue destruido en el 426 de la era cristiana y la estatua pudo haber desaparecido entonces o en un incendio ocurrido en Constantinopla unos cincuenta años después. No se ha conservado ninguna copia y se conoce únicamente por descripciones literarias y reproducciones. El templo de Artemisa en Éfeso El gran templo de Artemisa (Diana) en Éfeso fue construido por Creso, rey de Lidia, hacia el año 550 a.C., y fue reconstruido después de haber sido quemado por un loco llamado Eróstrato en el 356. El Artemisium, de estilo jónico, fue famoso no sólo por sus grandes dimensiones, sino también por las magníficas obras de arte que lo adornaban. El templo fue destruido definitivamente durante la invasión de los godos en el año 262 de la era cristiana. Poco queda de él, y la mayoría de sus fragmentos se encuentran en el Museo Británico de Londres. Las excavaciones han revelado trazas de ambos templos, el de Creso y el reconstruido en el siglo IV, además de tres templos anteriores más pequeños. Las copias que se han conservado de la famosa estatua de Artemisa muestran a la divinidad de pie, rígida y con las manos extendidas. La estatua original era de oro, plata y piedra negra, y tenía las piernas y caderas recubiertas con un manto decorado con relieves de animales y abejas y la cabeza engalanada con un tocado de forma piramidal. El mausoleo de Halicarnaso La tumba monumental de Mausolo, sátrapa (gobernador) persa de Caria, se construyó en Halicarnaso, en el sudoeste del Asia Menor, entre el año 353 y 350 a.C. La obra fue ordenada por la hermana y viuda de Mausolo, Artemisa. El arquitecto fue Pitio y las esculturas de sus frentes fueron obra de cuatro escultores griegos famosos: Escopas, Briaxis, Leocares y Timoteo. De acuerdo con la descripción del autor romano Plinio el Viejo (siglo I de nuestra era), el monumento era casi cuadrado, con un perímetro de 125 m y una altura de unos 25. Constaba de un basamento y un cuerpo principal rodeado por 36 columnas jónicas, así como de un elevado remate piramidal de 24 gradas coronado por una cuadriga de mármol. La mayoría de sus fragmentos se conservan en el Museo Británico, incluyendo un friso del combate entre griegos y amazonas y una estatua de Mausolo. El Mausoleo de Halicarnaso debió ser destruido por un terremoto entre el siglo XI y el XV. El «coloso de Rodas» Obra del escultor Cares de Lindo, la estatua del «coloso de Rodas» conmemoraba el levantamiento del sitio de esa ciudad, que se mantuvo entre los años 305 y 304 a.C. Estaba hecha en bronce reforzado con hierro y piedra y representaba al dios Helios (el sol). Tenía más de 30 m de altura y estaba colocada en el puerto, protegiendo quizá sus ojos con una mano, como indica una reproducción en relieve. Es técnicamente imposible que la estatua tuviera una pierna a cada lado de la entrada del puerto, creencia que data de la época medieval. La escultura, cuya ejecución llevó doce años de trabajo (292-280), fue derribada por un terremoto hacia el 225 a.C. El «Coloso» caído fue dejado en su sitio hasta el 653 de la era cristiana, cuando los árabes conquistaron Rodas y vendieron las piezas de bronce de la estatua como chatarra. El faro de Alejandría El faro más famoso de la antigüedad, edificado en Alejandría, fue un triunfo tecnológico que sirvió de modelo a todos los faros posteriores. Lo construyó Sóstrato de Cnido para Tolomeo II de Egipto hacia el 280 a.C. en la isla de Faros, junto al puerto de Alejandría. Se cree que medía más de 135 m de altura y constaba de tres pisos, el primero cuadrado, el segundo octogonal y el de arriba cilíndrico. Una ancha rampa espiral conducía a la parte alta, donde se mantenía el fuego por la noche. El faro estaba coronado por una gran estatua que representaba probablemente a Alejandro Magno o a Tolomeo I bajo la forma del dios Helios. En la Edad Media, los árabes convirtieron el faro de Alejandría en mezquita. En el siglo XII seguía todavía en pie, pero en 1477 el sultán mameluco Qaitbey construyó una fortaleza en torno a sus ruinas. Aunque era muy conocido, el faro no apareció en ninguna lista de las maravillas del mundo hasta el siglo VI de nuestra era. Las listas anteriores citaban en su lugar las murallas de Babilonia. Dichas murallas, descritas por Herodoto y estudiadas modernamente por el arqueólogo Koldewey, estaban formadas por dos muros paralelos de ladrillo de 7 m de grosor, separados por un espacio relleno de tierra en toda su altura. Además, unas 350 torres contribuían a reforzar el conjunto, que constituía, por tanto, una de las obras más grandiosas de fortificación que haya realizado el hombre. Bibliografía • José María LUZÓN NOGUÉ. “Las Siete Maravillas de la Antigüedad”. En Descubrir el arte, ISSN 1578-9047, Nº 78, 2005, págs. 20-24. • “Las siete maravillas de la Antigüedad”. En Historia y vida, ISSN 0018-2354, Nº. 403, 2001, págs. 32-33. • Michel LAPORTE. Las siete maravillas del mundo. Editorial Editex. ISBN 84-9771-385-0. • John ROMER, Elizabeth ROMER. La[s] siete maravillas del mundo: historia, leyendas e investigación arqueológica. Ediciones del Serbal, 1996. ISBN 84-7628-180-3. • Anabel HERRERA. “El templo de Artemisa”. En Historia y vida, ISSN 0018-2354, Nº. 529, 2012, págs. 26-29. • José Manuel DE LA PEÑA OLIVAS. “Algunas notas sobre El Faro de Alejandría”. En Ingeniería civil, ISSN 0213-8468, Nº 181, 2016, págs. 27-36. • Pablo Antonio GARCÍA PASTOR. Una reconstrucción del templo de Zeus de Olimpia: hacia la resolución de los "Phidiasprobleme". Tesis doctoral dirigida por José Jacobo Storch de Gracia y Asensio (dir. tes.). Universidad Complutense de Madrid (2013).
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